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miércoles, 13 de enero de 2016

Nostalgia de Dios

Autor: Peter Van Der Meer De Walcheren
Género: Diario personal / Catolicismo
Año: 1909-1911
País: Holanda / Francia
Idioma:Holandés / Francés
Traducción al español de la versión francesa hecha por el mismo autor de Isabel Molina Pico
Páginas: 213
DEDEBEC, Ediciones Desclée, de Brouwer, Buenos Aires - Argentina 1943

En muchas oportunidades se escucha la frase: "No juzgues a un libro por su portada", pues bien, este caso no es la excepción, pero no de la manera en la cual el lector piensa. 
El título Nostalgia de Dios revela un sutil y provocador abrebocas a  lo que uno creería como un fuerte debate filosófico, nihilista y existencial acerca de la existencia de Dios, y cómo su ausencia se ve manifiesta en el entorno que nos rodea.
Encontré este libro en la vieja biblioteca de mi casa, con fecha de 1945, dos años despúes de su impresión al español, y me decidñi a leerlo por lo provocador e interesante del título sin la menor idea de quien es su autor a lo que haga alusión su contenido. Tal fue mi sorpresa que al leer el prólogo del poeta francés León Bloy, me doy cuenta que el libro es un diario personal del autor en su búsqueda satisfactoria sobre la existencia de Dios. Sin más detalles, aquí va mi reseña.
De alguna manera, me es inevitable no tomar partido en la escritura de lo que se convierte en un libro predecible, pretencioso, con falta de interés y narrativa. 
El libro nos cuenta la historia del autor entre los años 1909 y 1911, cuando el autor entra en una búsqueda incesante por un ser supremo. Al sentirse vacio y falto de vida, astiado de la saciedad del mundo vanal y los placeres que este mismo ofrece, el autor empieza a sentir un llamado interno hacia una espiritualidad que el mismo no conoce todavía, pero que de acuerdo a sus viajes a Francia, Italia y Holanda le hacen encontrar en el catolicismo, una verdad absoluta e indisoluble acerca del misterio de la vida.
Como la mayoria de los seres humanos, nos encontramos en un punto donde buscamos algo más allá que el simple vivir cotidiano. Buscamos un motor que nos impulse a más, o simplemente necesitamos algo que nos haga sentir llenos. El autor del libro no fue la excepción, la diferencia fue que este hombre buscaba incesantemente a Dios. El libro comienza con unas reflexiones profundas e interesantes acerca del diario vivir, con una narrativa fresca y una poetica suave que claramente deja ver el alma en conflicto de un hombre; desafortunadamente, el autor empieza a cargar su diario personal de una retorica vana y repetitiva con una poetica y narrativa pretenciosa que en realidad poco aportan al lector y al desarrollo del libro. Desde mi punto de vista, y como el mismo prólogo y epílogo lo indican, el autor pensó que su diario personal podría ser un gran libro de "ayuda" a todos aquellos que se encuentren en su misma situación; sin embargo, su pretención de publicar lo más "profundo" de su ser, hace de su libro algo aburrido de leer y poco interesante de analizar.
El punto clave en el libro es que cuando una persona intenta ser interesante es cuando menos interesante se convierte, es decir, el autor pensó que su libro sería una panacea en el ámbito filosófico y espiritual, pues las reflexiones tan superfluas acerca de temas tan profundos hacen que resuelva un conflicto milenario en varios párrafos que repiten la misma línea de principio a fin.  En este caso, me pregunto como El Diario de Ana Frank, que maneja un estilo similar al del autor, produce un efecto contrario. Es decir, Ana Frank se cunestiona acerca de la existencia de Dios, su obra y el por qué de la guerra y la muerte de su pueblo, la diferencia es que Ana nunca llega a una verdad absoluta, se cuestiona constantemente en diferentes ámbitos, pero no intenta resolver nada. Al contrario de nuestro autor, que después de dos meses de ser bautizado bajo la fe católica cree que ha resuelto el problema existencialista del hombre, el universo y Dios.
Volviendo un poco al desarrollo del libro, hay varios momentos que marcan la vida del autor. El primero, es su viaje a París, donde se deja deslumbrar por el arte renacentista y los pintores impresionistas del siglo XIX. Aquí, el autor alaba la idea de un arte barroco donde se exalte la idea de lo divino y la perfección, volviendo un poco a los griegos donde la armonia y la belleza predominan en su arte. Casi un año después, el autor viaja a Italia, donde visita la iglesia de Padua, donde conoce los murales de Gioto di Bondone, el gran pintor del siglo XIII. Aquí, el autor descubre que el arte puro, simple y minimalista exaltan la gracia divina de los santos al ponerlos de un modo escueto. Es así, como Peter Van Der Meer critica el arte renacentista, acusandolo de sacrílego y con falta de toda belleza espiritual, pues para él las obras de arte religioso deben mostrar la sensillez y humildad que sus personajes representan. En tercer lugar, el autor decide mudarse a Paris, pues siente un deseo inefable de encontrarse con Dios así como lo hizo en su primera visita. Durante, su segundo y tercer viaje, muere su madre, lo cual afecta profundamente su vida y aumenta sus ancias de consuelo y búsqueda de Dios, para finalmente encontrarlo.
Después de tres años, el autor se instala a en un pueblo cerca de París con su esposa y su hijo, pues decide alejarse de todo placer vanal y mundano para acercase más a Dios. La influencia de León Bloy, otro poeta católico es el pilar de lo que se convertiría en el sello personal de su trabajo. Además, la lectura de la vida de la religiosa Ana Catalina Emmerich lo impulsa a vivir una vida aceta donde prime la búsqueda interna de Dios.
Desde mi perspectiva, el libro expone una hipótesis con una tesis muy simple, donde resuelve su conflicto en la primer tercio, además de que basa muchos de sus argumentos y afirmaciones en emocionalismos vanos, donde dejan ver su falta de conocimiento de la misma biblia y la religión que tanto dice profesar. Aún más, acusa a los protestantes por realizar la reforma y privar a Europa occidental de la luz verdadera, critica fuertemente a otras religiones, y acusa de sobervios e inmundos a los no creyentes.
Seguramente, el autor hubiese vivido encantado en épocas de la inquisición y el extremismo religioso, donde la palabra de un solo hombre es capaz de destruir todo aquello que se oponga ante él.

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